Raíces y hojas, para una taza de té solidario

Té-Valle-Solidario.jpg
 
 
Había algo, que de manera recurrente aparecía entre todas estas posibilidades y no era otra cosa que las hojas de olivo. Algo, que estaba muy cerca, algo que siempre estuvo ahí…
Imagen-Té-Valle-solidario-Post.jpg
 

Nadie me dijo que las hojas de olivo en infusión contenían tantos beneficios para la salud, como su maravilloso y tan alabado aceite. Han sido diversas universidades, más italianas que españolas, quienes han validado en forma y fondo todo lo que estas hojas nos ofrecen, beneficios por otro lado comparables,  a los del apreciado té verde, té rojo o té azul. Ya veis, hojas de olivo.

Cuando decidí crear una mezcla exclusiva para Valle, la que sería mi primera mezcla de té, necesitaba contar un historia y no tenía ni idea qué contar… Después de valorar posibles intentos para infusionar frutas, exóticas especias, frutos secos, flores o semillas de tierras lejanas, había algo, que de manera recurrente aparecía entre todas estas posibilidades y no era otra cosa que las hojas de olivo. Algo, que estaba muy cerca, algo que siempre estuvo ahí y había que experimentar, había que descubrir…

Reconozco que en las primeras pruebas, tuve que hacer un acto de fe. Maridar las hojas de olivo con té verde, al principio ofrecía una astringencia imposible, vamos, cual “catador de vinagres”.  Poco a poco fui afinando, paso a paso, matizando cantidades,  tiempos, temperaturas hasta llegar a dar forma a un sabor, a un resultado que aún necesitaba un ingrediente más para completarse.

Y en cada prueba, había un viaje. Un viaje interior que por la cosa  mágica de los sentidos, un aroma o un sabor, es capaz de llevarte a otro lugar, a otro tiempo, a otro estado… En cada sorbo de estas pruebas, reconocí la madera húmeda de los olivos de mi pueblo, salpicada por el rocío en primavera , el olor a tierra recién arada, a campo. Recordé aquel arrebato que cuando contaba con 16 años, para estar en forma, iba  y volvía corriendo a la ermita de la Virgen de la Paz…  respirando aquel aroma del tomillo en el aire, fino, limpio y penetrante. Ya tenía el tercer ingrediente y seguí. Más pruebas. Más tazas, más viajes.

Y así, decidí  presentar “la mezcla de Valle” a mis fieles y amigos, ofreciéndoles una degustación.  Siempre recordaré sus caras, sus silencios, y la expresión de sus miradas buscando en sus mapas…, ansioso de escuchar y tener su valoración. Nunca viví algo con tanta expectación, y ahora puedo comprender lo que se siente al crear  algo, por pequeño que sea y en esta cata, entre amigos, les conté no una historia, sino varias que se entremezclan, así sin darme cuenta… como un blend.

Les hablé de mis raíces, de mi tierra, de mi infancia en mi pueblo y su campo… Compartí, que mi sueño era  mezclar dos símbolos: uno el té, que desde hace más de cuatro milenios es conocido y amado en Oriente, y el nuestro, el Olivo, que ya en los albores de la civilización griega nutrió con sus frutos a este lado del mundo llamado Occidente, y que su rama, representa La Paz. Les conté que alguna vez, también soñé hacer del té, una bebida solidaria. Un puente, un nexo entre Oriente y Occidente, como tantas veces me ha inspirado mi admirado Okakura.

Y casi al terminar, les conté algo acerca de ese tercer elemento, humilde y rico, el tomillo, tan presente en todo el Mediterráneo, lleno de leyendas, usos y remedios. La leyenda y el mito nos cuentan que esta hierba nació de las lágrimas de Helena, la de Troya. Y a su infusión, más de una wika, le atribuyen poderes especiales, para afrontar momentos difíciles y armarse de Valor… que tanta falta nos hace. Y así nació Té Valle Solidario, presentándolo en sociedad el pasado diciembre en el Museo ABC.

Hoy que es el día de la Madre, no puedo estar más agradecido de mis raíces, que me hacen escribir estas cosas, agradecido de mis ramas y mis hojas… Hoy que me siento árbol, agradezco la infinita generosidad de la Madre Tierra.

A mi madre Benita, en su día.

A todas las madres.